jueves, 30 de junio de 2011

Sabes.

Es fácil contorsionarse, es difícil distorsionarse.
Yo te conocí alegre, divina, pero cambiaste.
Tu entorno se torno cerrado, retórico. Estaba abrumado por la mentira.
Y tu corrías cabizbaja, queriendo ceder al grande. Pero se detuvo.
Solo había sensaciones vespertinas, criterios que olvidabas tomar en cuenta.
Quedaron minutos, sin miedo, poder tener una responsabilidad.
Supera a todo mi miedo, el de saber cuando estarás lista.
Cupos en el descuento, no sabes de que conozco, no sabes lo que necesito.
Lo veo todo, si no me ves es porque no prestas atención.
No me buscas, como yo, en la nada, no me ves en las lunas, en las estrellas.
Yo soy el cielo, musa hermosa, tilitante, yo soy el infinito.
Búscame que me deshielo, soy el crepúsculo, palpitante, reluciente.
No sabes que me quedaré aquí, para siempre, escribiendote a gotero.
Si mi piel condujera el tiempo, a través de mí los segundos, te quedarías para siempre.

Eterna.

lunes, 20 de junio de 2011

Dedicatoria.

Comenzó la critica, sin agradecimientos.
Porque solo me quedan cuatro líneas.

Y la tinta ya secó, testigo del adiós.
Podré dormir en paz.
Cinco horas. Nada más.

Después de darme un par de oportunidades.
En su omnipotencia, me dió una piedra
que nadie puede cargar.

Este peso contundente.
Palidecer a través de su existencia.
Poseer cuatro líneas de felicitación.

Perdida entre todas esas líneas.
Se quedó, efímera, mi satisfacción.
Podré colgar mis sueños.
En busca de un deseo terrenal.

Jamás sonreiré con dolor.
Pues ya nada sale del corazón.

Todo se queda pintado.
Color carmesí.
No hay líneas que valgan.

La tinta es testigo de mis desgracias.
De las oportunidades perdidas.
De las palabras escritas.

Y si pido perdón sin quejarme
porque son cuatro líneas
escuetas y a trevidas
por otro día que se aleja.

Que se va,
y no regresa.