jueves, 23 de diciembre de 2010

Tráquea.

Me quiero convencer. Pero es porque no te necesito convencer.
Los verbos ya no se cruzan. Solo paralelismos. Jamás alineados.
Timos. En el suelo, con la oreja restregada al piso, escuchando el silbido del pasto, veo la patada fuerte, imponente, acercandoseme al rostro. Después de la ejecución perfecta, mi milagro.
La venganza a la magia.
Me cubro, des espaldas. Las cosas van y vienen. Una explosión por dentro, cuando ya no trato de convencerte, ni de gritar, ni de cogerte las manos para ponerlas en mi pecho, tratar de que entiendas de que aun respiro, que mi corazón se acelera, y que la frialdad de mi mirada discorda con la elocuencia de mis pensamientos.
No sé guiarme a través de la impresición.
Por soñar de lado, lado a lado. Insectos a través del nosocomio. Estirado sin suero. Sin posibilidades de supervivencia. No sabía que ella podría ser capaz, no le culpo, ¿capaz de qué?
No sé de qué me estoy quejando, si estuvimos parados en el mismo lugar, con disfuerzos y descentantos, en mis manos cuchillas, en las sullas pinceles.
Coloreamos el silencio con sangre y acuarelas.
Te quiero.
En silencio por más de 43 años.
Te quiero. A pesar de qué no pueda crecer lo que quiero crecer, y joderme. Y cogerte.
Mierdo.