miércoles, 13 de abril de 2011

Listo.

Hoy quiero escribir sobre la inconstancia, sobre la pérdida de la virtud. La pérdida del sendero.
Actualmente puedo experimentar la pérdida de mi brújula existencial, a pesar de arriesgarme, y caer pezado con la redundancia en las ausencias, es mi voz la que silencia.
He callado desastres, verdaderos acontecimientos indignantes. Frivolidades, mentiras y decepciones. Las he sabido manejar. Yo no estoy exento de estas cosas, mas, gracias o por culpa de la ausencia de calor, he sabido disiparlas. Estoy en desacuerdo conmigo.
Y me explico, a pesar de arriesgarme y repetir que he perdido. He ganado. Soy feliz. Los días se pasan rápido y todo lo dejo para el último. ¿Cuándo llegará ese instante? Los días sí que se pasan volando. Es casi más de lo mismo. Aunque distinto. Hoy es jueves 14 de abril. No soy el mismo.
Me sumergí en retrospectiva. He madurado. Aunque no me toca a mí decir esto, ni hablar en primera persona, la verdad es que a nadie le toca ser juez o parte de los escaños de la divina soltura. Va de más. A pesar de estar arriesgandome, no sé, creo que tengo frío.
Me encantaría quedarme leyendo tirado contra el sol. Mañana no existe. No llega. No llega jamás. Pero estamos jueves, y el sábado esta cada vez más cerca.
Mis ojos, y la oportunidad de la pérdida. Quisiera expresarme de verdad. Disculpen, empezar de nuevo.
Quiero gritar. En el sentido más incipiente de este verbo. Gritar, expandir el tono de mi voz, gritar y gritar sin saber que estoy diciendo. Exasperarme. Tengo un humor parsimonioso, la rebeldía que había en mí se ha desencantado de una humanidad demasiado rutinaria, desentendida y eclesiástica. Esto es una misa eterna.
Yo amo a Dios. Es cierto. Él me ama a mí. Es cierto. Aunque la mayoría de poetas piensa que el empleo de Dios es para quejarse de él o referir reseñas cuando se está cerca de la hermana muerte. Esto no va de más. Aunque no me siento morir.
Estoy divagando, pues los artilugios que hay en mi mente solo me dejan encadenarme a los minutos. Estoy constantemente tarde. Tarde para todo. No me alcanza el tiempo, a pesar de que el tiempo es infinito y nada es una cuenta regresiva. Nada. Yo no sé que día me iré.
Lamento la pérdida. Sentirme perdido, desencontrado, disforzado, apesumbrado y sucio. Lamento sentirme feliz y sonreír sin explicación, no hablar con sentido. No hablar con sentido. Quedarme sin comentarios a pesar del hambre de números.
El paladar de un extraño no sirve más que para besos o escupitajos.

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