miércoles, 17 de febrero de 2010

Mal sentido.

Mi corazón se fue deteneindo, a medida que me alimentaba de los retazos de miedo. Escondí en el rincón murmullos, susurros, en donde poder confesar lo inhumano.
Lo imperdonable.
Yo soy producto de la basura de mi alma. En una flecha dirigigda, roja, aeródinamica, en donde los segundos puedan evaporarse, donde el Apocalipsis pueda concentrarse y cantarse a mil voces. Pero me agité, mi corazó comenzó a detenerse. Me estoy muriendo.
Esas manos, esa protuberancia, y yo que me hundí en el color. La noche vacía, no resta nada, no asume nada, esconde y perdona.
Deseoso, ahora ya solo veo la parte de atrás. No estan mis manos, me manché muy pronto.
Una salida, sin saber que débil, que temible, que malévolo e inexorable.
A segundos, ya se esta poniendo todo oscuro, deseo ser una escobilla, arrodillarme, caerme a pedazos, cantar y morir, callar.
Estoy engrampado a este agujero, garabateado, ya no brillo ni tengo de donde azirme. Una última sonrisa, el aliento de mi esperanza. Nadie más mentirá, ni joderá, ni caerá. La sangre, la desilusión, los millones de monedas y una despedida larga, sobre ruedas y costumbres.

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